Cindy Sherman nació el 19 de enero de 1954 en Glen Ridge, Nueva Jersey, Estados Unidos. Allí comenzó pintando, pero pronto se dio cuenta de que no era lo suyo y ciertamente, fue en la fotografía donde encontró su medio de expresión, llegando a convertirse en una de las fotógrafas más relevantes de la fotografía de posguerra en Nueva York, exhibió más de tres décadas de trabajo en el Museo de Arte Moderno.
Una cámara fotográfica y algo de atrezo es la materia prima que utiliza Cindy Sherman para impactar con su originalidad al espectador. Pero lo más impresionante es como es capaz de materializar el mensaje que quiere transmitir, de hecho, muy pronto descubre que todo lo que tiene que contar lo puede hacer sacándose fotos de sí misma, no como un autorretrato, sino representado papeles de todo tipo, creando personajes y fabricando identidades.
Hoy sigue creando imágenes, explorando y reflexionando sobre el arte. Sigue saliendo en sus propias fotografías, pero en muy pocas de ellas podemos ver a la auténtica Sherman. De todas formas, desde que ella empezó en eso del arte, tanto los medios de comunicación como los famosos que los mantienen, son simples imágenes manufacturadas y manipuladas por el mercado que por la propia persona. Son mundos de fantasía tomados del cine o de otras artes. Son manipulaciones que a veces parecen asombrosamente reales. Son parodias y suplantaciones, subversiones de obras ajenas, series interminables de su camaleónico rol como mujer.
Sherman fue también importante para el movimiento artístico feminista al darle protagonismo al cuerpo y la mente femenina, al criticar la femineidad patriarcal, al mostrar la redirección imaginaria de la mujer en una sociedad gobernada por hombres.
La artista no duda en recurrir a lo artificial, en la expresión y en la preparación, para narrar una historia valiéndose de una sola imagen e incitar a la imaginación a que invente la historia que hay detrás. Y, al parecer, todo comenzó por la afición a disfrazarse que tenía desde que era niña; reconoce que no sabe si por aburrimiento, como terapia o por su fascinación por el maquillaje. El caso es que comenzó jugando con disfraces y maquillaje en la intimidad de su casa, pero, alentada por Robert Longo, a quien conoció en la universidad, se decidió a inmortalizar sus “performances” ante la cámara.



Comentarios
Publicar un comentario